Visigodos, templarios y tumbas

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Visigodos, templarios y tumbas

De las espectaculares Barrancas de Castrejón y Calaña a  la misteriosa necrópolis de Malamoneda

La fascinación y atracción de los grandes destinos turísticos ensombrecen en ocasiones el encanto y riqueza de su entorno. Es lo que suele ocurrir con la ciudad de Toledo, que cada año recibe a millones de turistas atraídos por su espectacular patrimonio histórico y artístico. Los visitantes llegados de todos los rincones del planeta centran su atención en la capital de Castilla-La Mancha, sin tiempo para disfrutar de otros lugares cercanos a la ciudad de las tres culturas que encierran fantásticos y muchas veces desconocidos tesoros.

En este caso la ruta que proponemos nos llevará por las tierras del sur de la provincia de Toledo en una jornada fascinante, de descubrimiento, de enclaves mágicos y naturaleza mediterránea en todo su esplendor.

Las espectaculares Barrancas de Castrejón y Calaña

Saliendo de Toledo por la carretera CM-4000, la primera parada obligada son las Barrancas de Castrejón y Calaña, en el término municipal de Burujón. Para llegar hasta aquí hay que tomar en el kilómetro 26 una pista de tierra que en pocos minutos nos conduce al lugar. Estamos ante un espectacular y sorprendente paraje cuyos cortados arcillosos (más de cien metros en alguno puntos) se asoman al embalse del mismo nombre que dibujan las aguas del río Tajo. Refugio de una gran variedad de aves, la belleza del lugar se disfruta recorriendo la senda ecológica y sus impactantes miradores.   

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Reanudamos la marcha pasando por La Puebla de Montalbán, localidad que bien merece un paseo, aunque nuestra recomendación sea hacerlo sin prisas, para pasar una jornada completa y a poder ser coincidiendo con la celebración de su famoso Festival de la Celestina que se desarrolla hacia finales del mes de agosto.

Santa María de Melque y los templarios

En poco más de 15 minutos, por la carretera CM-4009, encontraremos el desvío que nos conduce, tras un kilómetro de estrecha carretera, al conjunto de época visigoda mejor conservado de toda la península Ibérica. El que fuera floreciente monasterio se levantó a finales del siglo VII y conserva, como “joya de la corona”, una bella iglesia del siglo VIII, hoy delicadamente restaurada. Durante  la Edad Media el monasterio fue ocupado por la Orden del Temple. Un Centro de Interpretación y una sala de exposiciones invitan a la visita relajada de este rincón mágico, poco conocido y que no dejará indiferente al viajero.

Santa María de Melque

Justo enfrente de la carretera que se desvía hacia Melque parte el camino que conduce al castillo de Montalbán. De origen musulmán, fue relevante al pasar a manos de los Templarios. Sus restos (básicamente un fantástico recinto amurallado que conserva su adarve y torres albarranas) se levantan sobre un peñasco en un espectacular paraje por el que transcurren, al fondo de un coqueto cañón,  las aguas del arroyo del Torcón.

Las tumbas de Malamoneda

Nuestro próximo destino se encuentra a unos 40 minutos. Hay que continuar hacia San Martín de Montalbán y de allí hacia Navahermosa, localidad que cruzaremos para, nada más salir del núcleo urbano, tomar el desvío por la CM-4157. A 3,5 kilómetros a la derecha se encuentra la pista que unos minutos nos llevará al Yacimiento de Malamoneda.

No encontramos en un bello paraje de bosque mediterráneo surcado por las aguas del río Cedena. El conjunto ofrece un viaje desde el Paleolítico hasta la edad media, pasando por el mundo hispanorromano, visigodo y musulmán. Con un poco de paciencia e informándonos con antelación podremos contemplar las dos inscripciones funerarias de época romana. Más evidente es el torreón que se levantó entre los siglos XII y XIV. Pero, sin duda, lo más espectacular del lugar es la necrópolis rupestre: casi un centenar de tumbas labradas en los caprichosos bloques graníticos confieren al lugar un ambiente mágico y especial. Afortunadamente y tras siglos de abandono, a la hora de escribir estas líneas se está perfilando el plan director del yacimiento que permitirá poner en valor este paraje y facilitar su visita.

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De vuelta a la carretera y a tiro de piedra se encuentra Hontanar, pequeño pueblo serrano en el que podremos hacer parada y fonda; degustar los manjares de la gastronomía propia de estas tierras; y descansar en algunos de los coquetos establecimientos rurales. Si la visita coincide con los meses veraniegos, nuestra recomendación es acercarse a la piscina municipal que ofrece una majestuosa visión del circo que configuran los Montes de Toledo. Sencillamente espectacular. 

06/28/2016
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