Se esconde este pueblecito, típicamente alcarreño, en los dobleces y montuosidades que las altas tierras mesetarias del Extremo van dando hacia el Tajo.
Los montes, espesos de jara y chaparro, van confluyendo en múltiples arroyos y vallejos que se juntan, finalmente, en un arroyo que da en el Tajo. El paisaje de este entorno es de suaves lomas, oscuras de vegetación, con manchas de cereal y escasos huertos en la cercanía del pueblo.
También se da el viñedo, productor de un vino de cierta calidad. En su término abunda la caza, incluso el jabalí. La despoblación progresiva de la zona propicia el desarrollo de una naturaleza más auténtica.
Es muy singular su iglesia parroquial, obra de transición del románico al gótico, del siglo XIII o comienzos del XIV. Presenta una magnífica portada en el muro sur, con una serie de arquivoltas, baquetonadas, pero formando arco apuntado, ojivo. Apoyan estos arcos en sendas columnas adosadas que rematan en capiteles de muy sencilla decoración foliácea.
Muestra el pueblo algunos interesantes ejemplares de arquitectura popular alcarreña, con paredes de mampostería caliza y entramados de madera. Son curiosas de visitar las múltiples bodegas que, en el mismo pueblo, guardan los productos de las cosechas de vino y huerta.